Los relatos del tío Loui: el nacimiento de Huitzilopochtl (el amanecer)
El sol y la luna rigen el ciclo del día y la noche, un ciclo
causado por el movimiento natural del planeta tierra, imagina que no supiéramos
que lo causa ¿podrías explicarlo? ¿Cómo lo explicarías? Pues nuestros ancestros
lo hacían a base de mitos y leyendas, por ejemplo los aztecas contaban la
leyenda del nacimiento de Huitzilopochtli, dios del sol y señor de la guerra, en
esta leyenda nos explica el amanecer cómo una batalla donde el sol con su
poderoso rayo solar (Xiuhcoatl) asesina a la luna (Coyolxauhqui) y persigue a las estrellas (centzonhuitznahuac) hasta desaparecerla,
triunfando con gloria demostrando todo su poder, en esta leyenda también se
explica la creación de la luna y las estrellas en el cielo.
En
Coatepec, por el rumbo de Tula, había estado viviendo, allí habitaba una mujer
de nombre Coatlicue. Era madre de los cuatrocientos Surianos y de una hermana
de éstos de nombre Coyolxauhqui.
Coatlicue allí hacía
penitencia, barría, tenía a su cargo barrer, así hacía penitencia, en Coatepec,
la Montaña de la Serpiente. Una vez, cuando barría Coatlicue, sobre ella bajó
un plumaje, como una bola de plumas finas, En seguida lo recogió Coatlicue, lo
colocó en su seno, Cuando terminó de barrer, buscó la pluma, que había colocado
en su seno, pero nada vio allí. En ese momento Coatlicue quedó encinta, Al ver
los cuatrocientos Surianos que su madre estaba encinta, mucho se enojaron, dijeron:
« ¿Quién le ha hecho
esto? ¿Quién la dejó encinta? Nos
afrenta, nos deshonra»
Y su hermana Coyolxauhqui les dijo:
«Hermanos, ella nos ha
deshonrado, hemos de matar a nuestra madre, la perversa que se encuentra ya
encinta. ¿Quién le hizo lo que lleva en el seno?»
Cuando supo esto
Coatlicue, mucho se espantó, mucho se entristeció. Pero su hijo
Huitzilopochtli, que estaba en su seno, la confortaba, le decía:
«No temas, yo sé lo que
tengo que hacer»
Habiendo oído Coatlicue
las palabras de su hijo, mucho se consoló, se calmó su corazón, se sintió
tranquila. Y entretanto, los cuatrocientos Surianos se juntaron para
tomar acuerdo, y determinaron a una dar muerte a su madre, porque ella los
había infamado, Estaban muy enojados, estaban muy irritados, como si su corazón
se les fuera a salir, Coyolxauhqui mucho los incitaba, avivaba la ira de sus
hermanos, para que mataran a su madre. Y los cuatrocientos Surianos se
aprestaron, se ataviaron para la guerra, Y estos cuatrocientos Surianos eran
como capitanes, torcían y enredaban sus cabellos, como guerreros arreglaban su
cabellera.
Pero uno llamado
Cuahuitlicac era falso en sus palabras. Lo que decían los cuatrocientos
Surianos, en seguida iba a decírselo, iba a comunicárselo a Huitzilopochtli. Y
Huitzilopochtli le respondía:
«Ten cuidado, está vigilante, tío mío, bien sé
lo que tengo que hacer»
Cuando finalmente
estuvieron de acuerdo, estuvieron resueltos los cuatrocientos Surianos a matar,
a acabar con su madre, luego se pusieron en movimiento, los guiaba
Coyolxauhqui. Iban bien robustecidos, ataviados, guarnecidos para la guerra, se
distribuyeron entre sí sus vestidos de papel, su anecúyotl, sus ortigas, sus
colgajos de papel pintado, se ataron campanillas en sus pantorrillas, las
campanillas llamadas ayohualli. Sus flechas tenían puntas barbadas.
Luego se pusieron en movimiento, iban
en orden, en fila, en ordenado escuadrón, los guiaba Coyolxauhqui. Pero
Cuahuitlicac subió en seguida a la montaña, para hablar desde allí a
Huitzilopochtli, le dijo:
«Ya vienen».
Huitzilopochtli le
respondió:
«Mira bien por dónde
vienen»
Dijo entonces
Cuahuitlicac:
«Vienen ya por
Tzompantitlan»
Y una vez más le dijo
Huitzilopochtli: «¿Por dónde vienen ya?»
Cuahuitlicac le
respondió:
«Vienen ya por
Coaxalpan»
Y de nuevo
Huitzilopochtli preguntó a Cuahuitlicac:
«Mira bien por dónde
vienen»
En seguida le contestó
Cuahuitlicac:
«Vienen por la cuesta
de la montaña»
Y todavía una vez más
le dijo Huitzilopochtli:
«Mira bien por dónde
vienen».
Entonces le dijo
Cuahuitlicac:
«Ya están en la cumbre,
ya llegan los viene guiando Coyolxauhqui»
En ese momento nació
Huitzilopochtli, se vistió sus atavíos, su escudo de plumas de águila, sus
dardos, su lanza-dardos azul, el llamado lanza-dardos de turquesa. Se pintó su
rostro con franjas diagonales, con el color llamado «pintura de niño», Sobre su
cabeza colocó plumas finas, se puso sus orejeras. Y uno de sus pies, el
izquierdo era enjuto, llevaba una sandalia cubierta de plumas, y sus dos
piernas y sus dos brazos les llevaba pintados de azul Y el llamado Tochancalqui puso fuego a
la serpiente hecha de teas llamada Xiuhcoatl, que obedecía a Huitzilopochtli.
Luego con ella hirió a
Coyolxauhqui, le cortó la cabeza, la cual vino a quedar abandonada en la ladera
de Coatepetl, el cuerpo de Coyolxauhqui fue rodando hacia abajo, cayó hecho
pedazos, por diversas partes cayeron sus manos, sus piernas, su cuerpo. Entonces Huitzilopochtli se irguió,
persiguió a los cuatrocientos Surianos, los fue acosando, los hizo dispersarse,
desde la cumbre de Coatepetl, la montaña de la culebra. Y cuando los había seguido
hasta el pie de la montaña, los persiguió, los acosó cual conejos, en torno de
la montaña, Cuatro veces los hizo dar vueltas.
En vano trataban de
hacer algo en contra de él, en vano se revolvían contra él, al son de los
cascabeles y hacían golpear sus escudos. Nada pudieron hacer, nada pudieron
lograr, con nada pudieron defenderse, Huitzilopochtli los acosó, los
ahuyentó, los destruyó, los aniquiló, los anonadó. Y ni entonces los dejó,
continuaba persiguiéndolos. Pero ellos mucho le rogaban, le decían:
« ¡Basta ya!»
Pero Huitzilopochtli no
se contentó con esto, con fuerza se ensañaba contra ellos, los perseguía. Sólo
unos cuantos pudieron escapar de su presencia, pudieron librarse de sus manos,
se dirigieron hacia el sur, porque se dirigieron hacia el sur, se llaman
Surianos, los pocos que escaparon de las manos de Huitzilopochtli.
Y cuando
Hiutzilopochtli les hubo dado muerte, cuando hubo dado salida a su ira, les
quitó sus atavíos, sus adornos, su anecúyotl, se los puso, se los apropió, los
incorporó a su destino, hizo de ellos sus propias insignias.
Texto extraído del códice
florentino libro III capítulo I
También les dejamos esta historia en un vídeo encontrado
en Internet, el cual desconozco su autoría
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sin mas que agregar me despido y les deseo dulces pesadillas.
Auf wiedersehen
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